sábado, 28 de septiembre de 2013

Nos hemos quedado mudos

Recientemente he comenzado un curso de cine acerca de como ha variado la manera de contar historias a través de los tiempos. Como ha afectado el sonido y el color a los directores para utilizar de una u otra manera los recursos con los que contaban en cada uno de los períodos cinematográficos.

Todo comienza con el cine mudo. Los primeros directores jugaban con la foto en movimiento, haciéndonos llegar los sentimientos a través de la imagen, sólo la imagen. Contaban historias sencillas, pero conseguían que sus intenciones llegasen al espectador.

Son muchas las películas que se rodaron durante los años del silencio: El Acorazado Potemkim, Metrópolis, El gabinete del doctor Caligari o Nosferatu, nos vienen a la mente cuando pensamos en aquellos años. Pero sin rascamos un poquito más, podemos encontrar cientos de historias que aún en nuestros días de locura, sonido estridente y sobreplanificación pueden movernos por dentro y hacer sonreir y llorar al verlas.

El ángel de la calle (1928) de Frank Borzage es una de las películas mudas realizadas en Hollywood mejor valoradas y que a mí, me ha robado el corazón. En ella se narra la historia de Angela, una joven napolitana que huyendo de la policía se enrola en un circo, en él conoce a Gino, un pintor del que se enamora. Juntos comienzan una nueva vida, sin embargo el pasado vuelve a Angela que tendrá que pagar una deuda injusta.




A través de pocos diálogos, una genial realización y gracias a la magistral interpretación de Janet Gaynor (ganadora de un Oscar por el film) nos emocionamos y sentimos la injusticia, el amor, el perdón...  

Y mucho antes de todo esto... el cortometraje. 


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