jueves, 6 de marzo de 2014

Cuando un corto se hace largo

Existe una tendencia muy generalizada a crear cosas aburridas. Pensamos que lo tenemos en la cabeza es lo mejor y que es necesario explicarlo paso a paso, dar más datos de los necesarios. Pues bien, la mayoría del público al que nos enfrentamos es más capaz de lo que nosotros nos imaginamos. Vivimos en un mundo repleto de referencias que ayudan a nuestra comprensión de las cosas, muchas veces con solo una imagen de un segundo, hemos entendido a la perfección mil cosas más que con la parrafada que el actor principal acaba de echarnos.
Simplificar los diálogos, no sobreplanificar y aligerar un corto, son tres puntos claves para que una "pequeña película" se haga menos aburrida. No se trata de la duración de un plano o del cortometraje, se trata de aprovechar nuestros recursos para que con lo mínimo, demos la máxima información. No hace falta ver a una persona cocinar desde 5 ángulos diferentes para saber lo que está haciendo, ni necesitamos que un personaje diga voy a hacer footing si le vemos salir de la habitación vestido para ello... en fin, optimizar recursos es clave.
Para no extenderme demasiado en mis reflexiones, os dejo la secuencia de apertura de Free Zone de Amos Gitai, un plano fijo de casi 9 minutos en el que a pesar de ver solo la cara de Natalie Portman llorando, recibimos más información de la que creemos y... adivinad... no se hace aburrido (perdonad que no estén los subtítulos en castellano).


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